Esta determinación se llevó a cabo luego de que tras más de una semana de monitoreo que realizó el conservador del museo de San Antonio, José Luis Brito, con apoyo de voluntarios del Grupo de Acción Ecológica Antípoda y estudiantes en práctica de medicina veterinaria de distintas universidades que dependen del Centro de Rescate de Fauna Silvestre, es que este mamífero luego de haber escogido para descansar un sector de la playa norte de Santo Domingo, cercana a la desembocadura del río Maipo, decidió adentrarse al mar el martes por la madrugada y nadar hasta Playas Blancas en el sector de Las Cruces, lo que resultó un daño tremendo para el ejemplar pues éste se encontró con una horda de incivilizados veraneantes de la Región Metropolitana, quienes hasta le lanzaron cosas, molestándolo hasta hartarse.
Este espécimen, luego de haber permanecido por varios días en una de las playas de Santo Domingo donde se le comenzó a realizar un tratamiento que consistió en antibióticos y reconstituyente energético, fue sometido a tal estrés cuando llegó al sector de Playas Blancas que personal del Centro de Rescate de Fauna Silvestre tuvo que quedarse cuidando a este gran mamífero del pésimo y vergonzoso comportamiento de las personas que “veraneaban” en el lugar. Para ello, el conservador del museo, junto a cuatro voluntarios, tuvieron que resguardar el área de descanso por casi doce horas, procedimiento que se inició desde las 11:00 hrs. hasta pasadas las 22:00.
Respecto a lo anterior hay que destacar la buena disposición que tuvieron varios vecinos del sector, quienes ayudaron a recolectar palos de eucaliptus en una plantación cercana para intentar resguardar el área de descanso del animal, además de comprometerse éstos y otros más en hacer rondas nocturnas para cuidar a este ser vivo, el cual podía ser presa fácil de los maleantes que pululaban por el sector. A su vez Carabineros -después de varias horas-, facilitó una huincha de procedimiento policial, lo que ayudó un poco a contener a la multitud.
Operación Crusoe
El momento de la captura del ejemplar no fue difícil ya que esta especie no tiene mucho contacto con los humanos, por ende, no sabe lo dañino que es el hombre, por ello deja que se le acerquen todo tipo de personas, claro que sin dejarse tocar, pues de todas formas muerden ya que pertenecen al orden de los carnívoros, teniendo entonces sus mandíbulas y colmillos adaptados para capturar presas y triturarlas.
Sin la ayuda de particulares y la Policía de Investigaciones no hubiese sido posible trasladar al ejemplar ya que sólo la jaula pesa alrededor de 60 k, a ello se suma el peso del mamífero que superaba holgadamente los 130 k y el cual medía más de dos metros y medio de largo total. Sin la acción entonces de la fuerza de esas personas hubiese sido imposible levantar y cargar al lobo marino en el vehículo.
Estado de salud del lobo marino
Como ya se había informado a través de medios de prensa locales y de cobertura nacional, este lobo marino Fino de Dos Pelos de Juan Fernández (Arctocephalus philippii) luego de haber nadado más de 650 km. desde el archipiélago de Juan Fernández -nombre por el cual este pinnípedo recibe su nombre ya que se creía endémico de este conjunto de islas-, hecho por el cual resulta tan agotado de su osada expedición que lo único que necesita es recuperar fuerzas, por lo que no debía ser molestado durante su descanso.
Se debe mencionar en todo caso que el lobo marino no había llegado en perfectas condiciones, pues al parecer personas en alta mar -antes de que llegara a San Antonio - lo golpearon en la parte posterior de su cuerpo-, por ello los antibióticos suministrados fueron de vital importancia para su recuperación, hecho que comenzó a desvirtuarse desde el momento en que el lobo arribara al sector de Playas Blancas en El Tabo. Además, en el transcurso de menos de un día -cuando los funcionarios del Centro de Rescate de Fauna Silvestre no pudieron ir a protegerlo nuevamente, y ante la negativa de Sernapesca, quienes por Ley de la República deben velar por la integridad de estas especies de fauna marina-, el ejemplar ya presentaba una herida en lado derecho de su hocico, además de que su nariz presentaba una lesión.
El museo de San Antonio ha estudiado más de treinta casos de registros ocasionales de esta especie que se han producido en la provincia de San Antonio en su mayoría, desde Algarrobo a Santo Domingo, pero excluyendo a la bahía del puerto, aunque también se han detectado en Viña del Mar y Pichilemu en muy pocas ocasiones. Esto se produce debido a que la isla Robinson Crusoe del archipiélago de Juan Fernández se encuentra casi en línea recta con el puerto de San Antonio y por ello algunos ejemplares exploran más allá de sus fronteras.
Se cree que estos individuos quieren recolonizar sectores de Chile continental donde alguna vez quizás tuvieron presencia, pues su población fue totalmente diezmada junto con la del lobo Fino Austral (Arctocephalus australis), especie que habitó la zona central del país y que aún no logra recuperarse de las reprochables matanzas en su contra que ocasionaron estadounidenses y europeos a fines de 1800, quienes veían un abrigo de piel en su pelaje.
Como en aquella época la taxonomía de las especies no estaba muy bien estudiada, seguramente en la costa central de Chile se mataban lobos Finos Australes y de Juan Fernández, sin que nadie hubiese reparado en que se trataba de especies distintas, puesto a que son muy parecidos.
Fue tanto entonces lo que masacraron a esta especie -la de Juan Fernández en este caso-, que en hasta pasado 1960 este lobo marino se creía extinto, pero milagrosamente una pequeña colonia de alrededor de 60 individuos prosperó dentro de una caverna con entrada submarina en un punto del archipiélago de Juan Fernández, y así fue como esta historia tan dramática fue revirtiéndose, aunque la población se estima en no más de 12.000 ejemplares.
Registros ocasionales en San Antonio
Desde la década de los ‘80 que el Museo de Ciencias Naturales y Arqueología de San Antonio ha registrado las apariciones esporádicas de los lobos marinos Finos de Juan Fernández, y no sólo eso, pues esta entidad ha debido capturarlos la mayoría de las veces ya que han sido heridos por gente de mar a punta de golpes y disparos, hallando inclusive cadáveres.
Cabe aclarar que ante la duda de la gente, los lobos marinos no varan, pues sólo los animales que no pueden regresar por sus propios medios al mar lo hacen, como es el caso de los cetáceos en general.
Lenka Macellari Zullivich
Estudiante de cuarto año de periodismo
Periodista (ad-honorem) Museo Municipal de Ciencias Naturales y Arqueología de San Antonio
Febrero del 2009